Habían pasado ya diez años desde que el silencio se adueñara de ese lugar, diez años de ganadores y vencidos, de perseguidores y perseguidos, una década de hambre, penurias, llantos y dolor, la horrorosa herencia dejada por la fría y cruel guerra. Hoy, la historia que nos ocupa es la historia de un perdedor, pero no en la batalla pues se la pasó escondido en una cueva, sino por el rumbo que decidió emprender en la vida empujado por la miseria.
Una vez terminada la batalla, cuando ya reinaba la calma salió de su escondrijo mas no quiso volver a su pueblo pues no quería malas miradas ni crudas palabras por no haber participado en la lucha y dedicó su tiempo a viajar pidiendo limosna, arduo trabajo en esos tiempos en los que la pobreza había hecho mella dejando el país desolado, pero la gente pobre de campo suele tener buen corazón quizás porque comprenden la dureza de la miseria y por poco que tenían, comida y cama con triste alegría compartían. Nuestro protagonista, de nombre Julian Batista resulta que no era un santo, más bien una alma avariciosa, siempre robaba donde lo hospedaban y sin dejar rastro a hurtadillas se marchaba, y aquí es donde comienzan los hechos que cambiarían por siempre su vida. Resultó que en una casa donde vivía una bondadosa vieja, ésta tenía un yerno guardia civil, ausente unos días aunque llegó justo a tiempo para poder emprender una persecución con el fugitivo.
Ya llevaba ocho horas corriendo cuando Julian vio una edificación a lo lejos, parecía abandonada y pensó que era idieal para esconder su cansado cuerpo y pasar la noche, tenía tiempo de sobras ya que estaba seguro de haber despistado a la cuadrilla de perseguidores, así que se dirigió al lugar. Mientras se acercaba oyó una melodía a lo lejos, continuó caminando, ya un poco más cerca pudo reconocer música, acauteló sus débiles pasos por precaución. A pocos metros pudo observar que no había ningún vehículo, eso era bueno, quizás sólo eran trotamundos como él intentando pasar la noche, o quizás sólo era uno, solían ser buena gente, pícaros pero no eran violentos. Lo más seguro era que no fueran maquis pues no se arriesgarían a crear semejante ruido. Una vez dentro del sitio, o lo que quedaba de él, pudo ver que estaba compuesto de varias edificaciones unidas entre si y cerradas entorno a un patio en donde lo primero que le llamó la atención fue una bomba clavada justo en medio, esa máquina de matar cayó o mas bien un águila de la muerte la dejó caer y por suerte o voluntad divina no llegó a detonar, quedando allí en medio como si de un monumento se tratara, un recuerdo de la devastadora guerra y de paso que los milagros existían. Esfumó rápido esos pensamientos que le distraían al tiempo que se dio cuenta que ya no se oía la canción.
Ya en las ruinas de lo que aoarentaba ser la puerta del edificio principal echó una mirada al interior, no parecía que hubiera nadie, alzó la voz para avisar de su llegada a quien fuera que aguardara allí pero nadie contestó o no le querían contestar, no se escuchaba otro ruido más que el de alguna rata atravesando los escombros en la oscuridad. Entró con cautela mientras iba observando mas detenidamente el oscuro lugar, de golpe un escalofrío subió por su espalda al posarse sus ojos sobre un montón de huesos humanos sobresaliendo de entre las piedras, la mayoría de pequeño tamaño, esqueletos de niños víctimas del terror, que clase de barbaridad habría ocurrido en ese esperpéntico lugar? Lo más probable era que fuera un orfanato o refugio para niños durante la guerra. Siguió escudriñando el lugar, entró en una habitación y el estómago se le revolvió al encontrar unos botes llenos de alcohol con fetos de criaturas recién nacidas, vidas nacidas de la muerte en que tenían el espinazo a la vista, una malformación de la existencia, un horror de la creación, había algún bote roto por el suelo y se podía ver podredumbre, ya seca, de alguno de esos extraños seres. Julian nunca había visto nada igual, se santificó mientras tragaba saliva, cada vez estaba más nervioso, aquel lugar no le inspiraba confianza, pero menos le inspiraban sus perseguidores, ahora ya era tarde para retroceder.
Se dirigió hacia el segundo piso, una vez arriba tampoco parecía que hubiera nadie, solo un gramófono silencioso y delante de él un esqueleto sentado en una silla con un rifle en los huesos de su regazo como si del guardián del lugar se tratara, pero nadie más, acaso al huesudo le gustaba escuchar música desde el mas allá? Ese absurdo pensamiento le sacó una leve sonrisa, pero seguida se preguntó otra questión más importante e intrigante: quién había puesto la canción? O acaso lo había imaginado a causa del calor del desierto abrasador? Seguramente estarían en alguno de las otras edificaciones. Se acercó y cogió la escopeta, estaba vacía pero decidió llevársela igual, quizás más adelante le serviría. De repente oyó risas seguidas de corredizas en el piso de abajo, como si de unos niños se tratara, podía ser que hubiera sobrevivido alguno diez años después que la guerra acabara? Era extraño pero cosas más raras se habían visto en la vida, una vez le contaron sobre un niño criado por lobos. Demasiadas preguntas se acumulaban, iba siendo hora de empezar a resolverlas, bajó presurosamente pero al llegar no vio a ninguna criatura. Solo quedaba un lugar por explorar en ese emplazamiento, una oscura entrada ofrecía el paso a un sótano.
Se dirigió hacia el subterraneo y ya cerca de la puerta empezó a sonar la música de nuevo, no podía ser, era imposible, estaba seguro que arriba no había nadie, estaba delirando o se había enfermado, a veces la fiebre puede crear visiones, pero se encontraba bien, puso su mano en la frente y no estaba más caliente de lo habitual, se limpió las orejas con los dedos pero al sacarlos la canción aún no había cesado, el pelo del cuerpo se le erizó por completo, el corazón empezó a latir más fuerte y más rápido, volvió hacia arriba con pasos temblorosos y al llegar nada se veía diferente de cómo lo habia dejado excepto por el gramófono en funcionamiento, cuando sus ojos vieron esa diabólica aguja dando vueltas retrocedió unos pasos automáticamente y casi se cae de culo al suelo, bajó las escaleras con rapidez, mientras lo hacía oyó unas voces que repetían una y otra vez ‘marchate’, quizás salían de su cabeza pensó al tiempo que pudo observar unas sombras desvaneciéndose en la oscuridad sótano. Malditos niños, seguro que querían asustarle de alguna manera para que se fuera, pero no lo conseguirían, no sabían con quien estaban tratando, no había nadie mas cabezudo que él se dijo por dentro.
Se convenció totalmente de su teoría cuando a punto de bajar, con la cabeza ya metida en la dirección pudo oír el susurro de unas voces, le pareció oir bastant bien: ‘esconde el oro, que no se lo lleve’ otra decía ‘el oro noo’ y otra más afirmando ‘el oro es nuestro’. Definitivamente querían que se fuera pero ahora el corazón, que ya lo tenía calmado, le hablaba, se volvió a poner en marcha aceleradamente, esta vez no de horror sino más bien de emoción, los ojos de le abrieron de par en par como si quisieran salirse de la cavidad, como empujando el cuerpo en dirección al lugar, podía ser que hubiera oro? Estaba seguro, por eso intentaban foragitarle. Ese tesoro sería la solución a su triste vida, ya no tendría que robar menudeces nunca mas, podría establecerse en algún lugar, conocer alguna linda dama, casarse, tener hijos, conseguir lo que llamaban una vida normal, aunque pocas había en ese tiempo en el que vivían manchado por la sangre y la pólvora. Ya solo pensaba en el tesoro, en nada más, todo lo había olvidado, sus perseguidores, los extraños sucesos del lugar, los fetos en los botes de cristal, los huesos esparcidos por el suelo de la sala, ya nada le importaba, sólo el reluciente y preciado oro.
Empezó a bajar poco a poco al tiempo que volvía a sonar la melodía del piso superior pero sus orejas tampoco oían ya eso, su cerebro vagaba absorto en los niños y su riqueza escondida. Una vez ya en la cámara inferior miró detalladamente el sitio buscando en donde se podían esconder las señales de vida mas tampoco vio ninguna alma, tampoco empleó tiempo en pensar en el extraño suceso, en seguida vio el brillo dorado saliendo del fondo de una piscina que había en medio de la sala y el cerebro le iba tan rápido que asimiló que había un escondrijo secreto. Se acercó y pudo ver las aguas verdes y pudientes. Si, allí olía a demonios pero ni en eso reparaba su mente, solo veía el brillo de su futura riqueza al fondo, definitivamente parecía oro. Miró a los lados esperando encontrar algún objeto para comprobar la profundidad de la mugriente agua estancada, vio unos palos puntiagudos, tenían sangre seca en la punta pero eso ya era una menudez dentro de ese lugar, lo único que le parecían eran herramientas. Amarró dos de los bastones y empezó a sumergirlos en las estancadas aguas, ya llevaba un metro de profundidad cuando de golpe alguna cosa estiró las maderas de sus manos haciéndole perder el equilibrio, durante unos segundos su mente estuvo indecisa sobre si caería o conseguiría mantener el equilibrio pero fue inevitable, cayó de espaldas al agua. Del espanto tragó un poco de ese líquido infernal y pudo notar su densa consistencia y vomitivo sabor, le vinieron arcadas, se incorporó enseguida dentro del agua impulsándose hacia la superficie pero notó como alguna cosa le agarraba el tobillo, su primer pensamiento fué en que se había enganchado con alguna objeto pero de repente eso tiraba de él hacia el fondo, se lo llevaba a la profundidad, eso tenía vida, intentó luchar con todas sus fuerzas pero no conseguía encontrar lo que quería consumir su triste vida hasta que ya no pudo más y el agua empezó a colonizar sus pulmones, en poco tiempo su cuerpo quedó totalmente inerte.
Su último pensamiento fue maldiciendo su avaricia, al final había conseguido el preciado tesoro, pero al precio mas alto que se podía pagar, con su propia vida, convirtiéndose en una alma mas condenada a vagar en ese macabro lugar.